lunes, 25 de abril de 2016

Arlequino Tácito (Personas que surgieron del teclado. 4)

Arlequino Tácito está triste, aunque parece que sonríe.
Se disfraza de rombos porque son como cuadrados a los que se les da media vuelta. Y Arlequino supo, desde el mismo día en que empezó a tomar conciencia, que en su vida daría muchas vueltas.
Arlequino se pone el antifaz, como si estuviera en los carnavales. Hubiera sido mejor una careta, que no deja nada al descubierto y así es más difícil reconocerlo, si es que alguien se fija en él, porque subido en su escenario, un pequeño taburete en el que le sobresalen los pies y donde pasa gran parte de sus días, la gente está más pendiente de su actuación de actor fracasado, que de su rostro. Pero con el disfraz de arlequín venía el antifaz y, en la foto, un hombre con la cara pintada. La pintura no la encontró y la tuvo que comprar aparte (un timo, suele decir). Incluso hubiera preferido, para los ojos, una venda, para no ver nada, porque nada de lo que ve le gusta: gente pasando y pasando de él.
Hace tiempo que dejó de prestar atención al platillo de las monedas, de las limosnas o de las propinas, pues sabe que nadie le roba a un arlequín mientras está actuando. Otra cosa es cuando termina su interpretación. Entonces aparecen los depredadores, que le exigen una parte de sus ganancias.
Y aunque parece que sonríe, está triste.

Si conoces alguna cosita más acerca de Arlequino Tácito, él estará contento de que se lo digamos, porque a veces sus recuerdos le fallan y de lo único que se acuerda es de esta breve biografía.

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