viernes, 29 de abril de 2016

Sócrates Ajo (Personas que surgieron del teclado. 6)

Sócrates Ajo no fue al colegio. De niño vivía en la granja junto a sus padres y abuelos. No tuvo hermanos. Las únicas amistades que hizo fueron los animales de la granja, en especial el gorrino Mangurrino y el hipopótamo Pepe, que nadie más conocía, porque nadie más veía.
Sócrates Ajo no fue al colegio, pero aprendió a escribir, con faltas de ortografía, pero escribía. Aprendió a sumar con los dedos y a multiplicar con las ovejas, que también le enseñaron a balar. Y a bailar, los  patos.
Un día Mangurrino desapareció. Parece ser que se había tenido que ir a la ciudad a trabajar. A Sócrates le dolió mucho que el cerdo no se despidiera, pero le agradeció que dejara colgado del techo un buen montón de chorizos, morcillas y jamones y la nevera llena de chuletas, solomillos y casquería para los callos.
De vez en cuando, Mangurrino enviaba carta: estoy bien, decía. Y Sócrates, tras contestarle que ellos también estaban bien, le solicitaba al cerdo que si podía enviar más chacinas y carnes, que lo que dejó ya se acabó.

Si conoces alguna cosita más acerca de Sócrates Ajo, él estará contento de que se lo digamos, porque a veces sus recuerdos le fallan y de lo único que se acuerda es de esta breve biografía.

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