sábado, 27 de agosto de 2016

El elegido

El elegido.

En la cola del banco rememoraba el sueño que había tenido la noche anterior, al tiempo que contaba, uno a uno, los escasos segundos que le restaban de vida. Lo conocía todo antes de que los acontecimientos se produjeran, por eso sabía que estaba viviendo sus últimos instantes.
En breve aparecería el atracador, se produciría un intercambio de disparos y una bala acabaría con su vida. Ese había sido el sueño de la noche anterior.
Lo descubrió siendo niño. Entonces no le resultaba extraño que todo se reiterara, pero le costaba discernir entre una vida y la otra. Cuál de ellas era la real y cuál la soñada. O si las dos eran reales. O si las dos eran soñadas. 
Luego, el transcurso del tiempo le reveló que no era común entre los humanos conocer, nada más amanecer, lo que habría de ocurrir ese día, pues el sueño se lo había revelado. No eran premoniciones ni previdencias, era reiterar lo vivido. 
Quizás debió poner al servicio de la humanidad o usar en su propio beneficio esa facultad sobrenatural de conocer el futuro, pero jamás lo hizo.
Era un error. Él no podía ser un elegido, pues no estaba preparado para ese cometido. Él había nacido para pasar desapercibido. Su carácter le impedía levantar la mano, alzar la voz, llamar la atención.
Quizás por eso quiso morir, porque lo mismo otra persona heredaba ese don y le daba una mejor utilidad.
Así que no pretendió eludirla el día que la muerte vino a visitarle, de la misma manera que la noche anterior, en su sueño, ya había muerto.
Ahora, en la cola del banco, ya no le quedaba sino contar, uno a uno, los escasos segundos que aún debían de transcurrir.

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