lunes, 20 de junio de 2016

Nipodemo Óbito (Personas que surgieron del teclado. 14)

Nipodemo Óbito supo que estaba muerto por los periódicos. Sentado en un banco de aquel parque siempre soleado y que ahora le parecía hermoso, leyó la esquela en la prensa. Tu esposa e hijos no te olvidan.
Entonces le surgió la duda de si él estaba casado y si había tenido descendencia. Y si había tenido esposa e hijos, si éstos no le olvidarían nunca, porque él ya no se acordaba de ellos. No recordaba el nombre de su viuda ni cuántos hijos le llamaron padre.
Sí se acordaba que en ese parque echaba de comer a las palomas, pero ahora no había pájaros, sino diablillos a los que arrojaba jirones de su pellejo para que se pelearan por ellos. Era divertido.
Junto a él se sentaba el esqueleto de otro muerto que también se entretenía arrancándose tiras de su piel putrefacta y arrojándolas a los traviesos demonios.
-Me llamo Nipodemo Óbito -dijo uno de ellos.
-Yo también -contestó el otro.
Quizás es cierto que la muerte nos hace a todos iguales.

Si conoces alguna cosita más acerca de Nipodemo Óbito, él estará contento de que se lo digamos, porque a veces sus recuerdos le fallan y de lo único que se acuerda es de esta breve biografía.

domingo, 19 de junio de 2016

Coronel Márquez (Personas que surgieron del teclado. 13)



Desde que aquel libro cayó en su manos y lo leyó 10.000 veces, supo que su destino era hacerse militar y llegar a coronel. El apellido ya lo tenía: coincidía con el del escritor.
El coronel no tiene quien le escriba, pero sí tiene quien le lee. Y quien compra sus libros, porque en la biblioteca de Coronel Márquez, existen 2.000 ejemplares de esa novela, escritos en todos los idiomas. Aprendió inglés para leerlo en inglés, aprendió francés para leerlo en francés, aprendió alemán, aprendió ruso, aprendió turco, polaco, portugués, gallego, euskara, catalán... para leerlo en todos los idiomas.
Mientras, se acercaba al buzón para ver si alguien le escribía, pero no recibió cartas. Abrió mil cuentas de correo electrónico y tampoco se acordaban de él. El coronel no tiene quien le escriba.
Gastaba sus escasos ingresos en libros, hasta que un día decidió comprarse un gallo de pelea, pero le salió pacífico. Lo único que hacía era cantar al amanecer, pero nunca se puso gallo con otros gallos. Ya no lo quiso vender.
Aquel día se quedaron sin ahorros, la esposa, asmática, le preguntó:
-Dime, ¿qué comemos?
-Mierda.

Si conoces alguna cosita más acerca de Coronel Márquez, él estará contento de que se lo digamos, porque a veces sus recuerdos le fallan y de lo único que se acuerda es de esta breve biografía.

sábado, 18 de junio de 2016

Aurelio Ácaro (Personas que surgieron del teclado. 12)

Aurelio Ácaro ha puesto el sobre sobre el aparador, junto al reloj que delata la hora: las tres y cincuenta y cinco. En su interior, una hoja en la que se despide y explica el motivo. Entonces escucha la puerta de la calle y se apresura a recoger el sobre sobre el aparador, junto al reloj que delata la hora: las tres y cincuenta y seis. Guarda el sobre en un cajón.
Es lo mismo que ocurrió ayer, anteayer, y los últimos mil días.
-¿Qué tal cariño?
-Bien, ¿y vos?
En ese cajón es donde guarda una cuerda, una pistola, un cuchillo, distintas variedades de venenos y medicamentos. Otras opciones son electrocutarse en la bañera o arrojarse por la ventana. Pero habrá de dejarlo para mañana.
Al día siguiente reiterará la rutina: madrugará, leerá algunas páginas de alguna novela, escribirá algunas páginas de alguna novela y ocupará su tiempo hasta que el reloj delate que son las tres y cincuenta y cinco. Entonces pondrá el sobre sobre el aparador, junto al reloj que delata la hora...

Si conoces alguna cosita más acerca de Aurelio Ácaro, él estará contento de que se lo digamos, porque a veces sus recuerdos le fallan y de lo único que se acuerda es de esta breve biografía.

viernes, 3 de junio de 2016

El laberinto. Diario de un ser solitario.

El laberinto. Diario de un ser solitario.

Hace muchísimos milenios llegó a mis manos el único ejemplar (que no quiere decir que sólo constara de un libro, pues eran cientos de miles de millones de tomos) de lo que podemos considerar un diario, en el que se mostraba la constante preocupación de un ser (¿un hombre?) por lo único que le concernía (quizás lo único que nos debe interesar): la noción, el concepto, el estudio del tiempo y su relación con  el espacio (si es que no son la misma cosa). Y lo más parecido que existe con estos dos conceptos (si es que no es lo mismo): la eterna muerte (fugazmente interrumpida por una efímera y, sin embargo, laberíntica vida).
Y justamente es la persistente lucha por encontrar la salida de ese laberinto en el que se desarrolla nuestra existencia (si es que realmente existimos) la máxima expresión de la relación espacio-tiempo (denominada eufemísticamente vida). Lo demás todo es secundario, nimio, inútil, baladí.
En el mencionado diario varios datos llamaron mi atención:
La primera de ellas era lo extenso del mismo.
Por otra parte, quien lo escribió era un ser solitario. Posiblemente era el primer ser que habitó este Universo. Puede que el último. En todo caso, solitario.
De la misma manera, me sorprendió la fecha, tanto del primer día como de los sucesivos. El primer dato que aparecía era "día uno".
Sin duda el ser que lo escribió iniciaba una etapa. Yo ignoro qué podría ser aquello que entonces comenzaba. Quizás fuera el primer día de la eternidad o de su vida. Puede que el último. Quizás el primero de su muerte. ¿Quién sabe?
            También llamó mi atención la infinita reiteración (salvo alguna excepción) de las mismas y concisas palabras y expresiones, así como la escueta descripción (posiblemente de un modo figurado) de lo acontecido.
            Por otra parte, la duración de lo que parecían unos años y otros era distinta, y esa variabilidad dependía de los meses que tuvieran y los meses a su vez poseían distinto número de días. Era habitual que los años tuvieran miles de meses o apenas unas decenas. Por su parte, los meses también oscilaban entre varias centenas de días y varios cientos de millones. Lamento decir que ignoro a qué se debe esta variación. Quizás a una lógica que no alcanzo a entender. Tampoco conozco si los días se dividían en horas y si todos tenían la misma duración. 
            Veamos, en síntesis, el diario:

Día uno del mes uno del año uno
Al llegar he encontrado dos puertas, derecha e izquierda. He optado por la derecha. Al abrirla he encontrado dos puertas.
Día dos del mes uno del año uno
He optado por la izquierda. Al abrirla he encontrado dos puertas.
Día tres del mes uno del año uno
He optado por la derecha. Al abrirla he encontrado dos puertas.

            La repetición en las siguientes páginas y en los sucesivos tomos del diario es reiterativa, insistente y extenuante. Debemos llegar hasta el día 22.807.178.456 del mes 56.345.843 del año 798.234 para encontrar algo distinto:
He optado por la derecha. Una vez atravesada ésta, he querido volver, pero no he podido abrir la puerta que se cerró a mis espaldas. He encontrado dos puertas, derecha e izquierda.
Día 22.807.178.457 del mes 56.345.843 del año 798.234:
He optado por la derecha. He encontrado dos puertas, derecha e izquierda.

En el resto de los días se repite lo mismo, hasta llegar al día 9.325.698.109 del mes 987.368 del año 7.889.121.220, último del diario:
He optado por la izquierda. He encontrado dos puertas, derecha e izquierda.

Ignoro por qué dejó de escribir. Se me ocurren mil razones. Relaciono algunas de ellas, elegidas al azar, que no son siquiera las más lógicas:
1.- Quizás por no ser más reiterativo. Tuvo una paciencia infinita (otros habrían abandonado antes). Pero puede ser que tras tantos días, comprendiera la inutilidad de seguir transcribiendo las mismas inquietudes que no llegaron a hallar respuestas.
2.- Puede que al fin encontró la muerte. Que es lo que todos los seres vivos llevan persiguiendo desde que nacen.
3.- O que cayera en la cuenta de que estaba muerto y, por tanto, de que no merecía la pena continuar escribiendo.
4.- También, que cayera en la cuenta de que estaba vivo y, por tanto, de que no merecía la pena seguir escribiendo.
5.- Comprendió que estaba vivo y que había dilapidado una fracción de la eternidad en tratar de entenderla.
6.- El último día halló dos puertas, pero decidió no optar. En este caso puede que aún permanezca pacientemente aguardando que alguien o algo dé el próximo paso.
7.- Al abrir la puerta de ese último día únicamente halló una única puerta o un sendero. Son múltiples las posibilidades que se abren. Quizás, como en la opción anterior, aún permanece pacientemente aguardando que alguien dé el próximo paso. También es posible que esté indefinidamente recorriendo esa senda, que puede ser eterna, en pos de nuevas disyuntivas. 
8.- Ese último día encontró ante él infinitas puertas, cada una de las cuales encerraba infinitas puertas, cada una de las cuales encerraba infinitas puertas, cada una de las cuales encerraba infinitas puertas…
9.- Ese día terminó su recorrido: no había más puertas. No halló más posibilidades de elegir. Puede que hubiera alcanzado los confines del espacio y del tiempo.
10.- Si esta décima razón es leída por algún humano con toda seguridad no la entenderá y creerá que no es posible: ese día pudo, por fin, volver atrás. Esta tesis es inadmisible, inverosímil y absurda para los humanos porque el laberinto estaba construido en el espacio y en el tiempo. Y el tiempo no permite a los humanos regresar. El resto de los seres sí podemos regresar en el tiempo, pero a los humanos eso os está vedado.
Hay muchas más posibilidades, podría escribir cientos, pero no quiero hacer más especulaciones.
La respuesta correcta será un enigma para siempre. Como también será un misterio conocer si buscaba algo distinto de la salida de ese laberinto, únicamente para saber qué había en el exterior.

* * * * *

Al cabo de cientos de miles de años de relatar lo anterior recibí un comunicado de ese ser. He entresacado lo que creo más importante:
"Continúo aguardando una señal, un indicio que me libere de esta prisión. Mi memoria únicamente da refugio a un vago recuerdo: dos caminos, dos puertas, dos direcciones, derecha e izquierda. Y mi deber y necesidad de elegir uno. Es un recuerdo oscuro, difuminado. Pero no me sentía mal, ni solo. Pues la vida, el espacio, el tiempo, son continuos laberintos".
Quizás alguna vez dé con eso que está buscando.

* * * * *

Recientemente ha llegado a mis manos el único ejemplar (que no quiere decir que sólo constara de un libro, pues consta de infinitos tomos) y que tiene la peculiaridad de ir aumentando el número de ellos en progresión geométrica a medida que el tiempo transcurre, a medida que el universo se expande) de un diario, aunque no era un diario cualquiera. Era de los que se pueden considerar extraordinarios (porque adiestra, documenta y disciplina). Mostraba la constante preocupación de un hombre por lo único que le concernía (quizás lo único que nos debe interesar): la noción, el concepto, el estudio del tiempo y su relación con el espacio (si es que no son la misma cosa). En infinitas ocasiones, ambos conceptos son asimilados, identificados y vinculados con aquello que más se le parece: la eterna muerte (fugazmente interrumpida por una efímera y, sin embargo, laberíntica vida).
Y justamente es la persistente lucha por encontrar la salida de ese laberinto en el que se desarrolla nuestra existencia (si es que realmente existimos) la máxima expresión de la relación espacio-tiempo (denominada eufemísticamente vida o muerte, no lo sé). Lo demás todo es secundario, nimio, inútil, baladí.
En líneas generales, el diario es reiterativo hasta el infinito:
Día menos uno del mes menos uno del año menos uno
Tengo la impresión de que ya he estado aquí anteriormente, que estas dos puertas que hay a mis espaldas ya las he atravesado anteriormente, pero no recuerdo dónde conducen. He optado por la izquierda. Al abrirla he encontrado dos puertas.
Día menos dos del mes menos uno del año menos uno
He optado por la derecha. Al abrirla he encontrado dos puertas…

miércoles, 1 de junio de 2016

Mínimo Mimo (Personas que surgieron del teclado. 11)


Mínimo Mimo es el más grande de los mimos, a pesar de su nombre y de ser tan pequeñito. No puede vivir sin los mimos, porque es muy mimoso: necesita mimar y que le mimen. Y necesita la mímica, porque sólo así sabe expresarse.
Mínimo Mimo es la careta negra tras la que se oculta ese hombrecito apocado que se mimetiza junto al telón negro, para parecer que no está, quizás porque los mimos no deben llamar la atención, únicamente hacernos soñar, arrancarnos una sonrisa y, también, una lágrima.
Mínimo Mimo es ignorado por los presurosos que no tienen tiempo para soñar. Pero los niños sí le ven, porque se miran a los ojos mientras con unos globos de colores hace figuras que les entrega a cambio de una sonrisa. Una sonrisa a cambio de una flor de aire, de una mariposa de aire, o de un corazón de aire.
Pero esa personita timorata que habita dentro de Mínimo Mimo está triste y así se lo cuenta al peluche despeluchado, compañero de trabajo, que le mima y que le entiende: con las escasas monedas de hoy no hay para el sustento de la familia.
Y, a pesar de todo, sonríe y hace mimos.

Si conoces alguna cosita más acerca de Mínimo Mimo, él estará contento de que se lo digamos, porque a veces sus recuerdos le fallan y de lo único que se acuerda es de esta breve biografía.